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Jonathan Hammer en la Galería Fúcares de Madrid: Vent it!

Hasta el 21 de noviembre.

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La galería Fúcares se complace en presentar la cuarta exposición individual de Jonathan Hammer (Chicago, 1960) en su espacio de Madrid.

Hay que imaginar que sucedió, por supuesto que sucedió. Cuándo y dónde es irrelevante. Ésta es la imagen: los niños le persiguen gritando con voces cantarinas: «¡Cabeza de martillo! ¡Cabeza de martillo!» Por eso, las dos descomunales acuarelas de cabezas de tiburón tituladas En peligro y En peligro al revés de la cuarta exposición individual de Jonathan Hammer en la Galería Fúcares de Madrid, seguramente aludan a una parte no concluida y bien conocida de su obra. Tomemos como ejemplo los dibujos Autorretrato en forma de ostra danzante, Autorretrato en forma de langosta y El poeta asado. Su núcleo es la capacidad del artista para reflejar aquello con lo que se topa: «ser» el espejo. No un distorsionante espejo de feria. Más bien, a la inversa, es la sociedad la que deforma la imagen en el espejo, una imagen que amalgama miedo y deseo, lo sagrado y lo tabú, fantasías idolátricas e iconoclastas que vienen a definir la figura del artista como espejo defectuoso y extraviado. Ésta es la idea que dio forma a la gran y espectral instalación de Hammer de esculturas de tentetiesos de porcelana. Con su mirada angustiosa modelada con suave presión en los abstraídos rostros de un blanco inmaculado, estas esculturas (del tamaño de un niño de 9 años —quizá el mismo niño perseguido: ¡Cabeza de martillo!—) son un aplastante receptáculo de fragilidad y valentía. Como los dibujos de su muestra en Fúcares, Mitad, Denuncia, estos pseudo-juguetes no tienen habla ni alma, pero siempre vuelven a levantarse, sea cual sea el miedo, siempre dispuestos a enfrentarse a quienes los han empujado.

La cuestión que sigue en pie es estética. ¿Cómo escoge el artista qué imagen «reflejada» congelar y apropiarse? Y sin duda alguna, éste es uno de los puntos fuertes y una de las peculiaridades de la obra de Jonathan Hammer. Al tiempo que reconoce e integra plenamente la historiografía del arte occidental, su legado y su forma, se niega con osadía a renunciar al contexto de la cultura actual. La riqueza y la delicadeza de las dos cabezas de tiburón, su textura e iridiscencia, la profundidad de su paleta, la torturada fragilidad y complejidad de su modelado, atestiguan con fuerza esta integración de la historia del arte europeo con las inquietudes del arte actual. Hammer resucita y recrea la noción del «monstruo bello», una idea sobre la que se construyó buena parte del arte de finales del siglo XIX y principios del XX, desde el simbolismo al modernismo y más allá. Las acuarelas se tornan el artefacto, el ornamento hecho objeto, como una joya de Tiffany o un jarrón de Lalique. Salta a la vista que Hammer, que vive en Barcelona, ha absorbido la estética de algunas de las obras maestras del modernismo. Su obra no rehúye el transformar las visiones más deformes con una cualidad de belleza preciosista que es sin duda una de las tendencias más polémicas y provocativas del pensamiento actual.

Pero va más allá. La estancia de Hammer en España sigue siendo tema central de esta exposición, en concreto a través de los dos biombos de cuero TILT/LILT [Inclinar/Oscilar] y BLOW [Soplar]. Las referencias, claramente, apuntan a Don Quijote y, en un sentido más amplio, a la relación de Hammer con los libros y las configuraciones literarias (en cierto modo, figuras retóricas) que llevan presentes en su obra desde el principio. Don Quijote ha enloquecido por los libros. Su narrativa es un viaje imaginario construido página a página sobre la base de su enajenación. Cervantes proyecta la historia hacia adelante, al atribulado cuerpo de Don Quijote sólo lo mueve el viento de su locura. El título de la exposición de Hammer es VENT IT! [¡Airéalo!], y Don Quijote apenas hace otra cosa: se enfrenta al mundo del viento con más viento. Y los biombos de Hammer también están plagados de libros, y además de cambiar en su estructura (literalmente, al plegarse), también son biombos [«paravent»] que paran el viento. Las imágenes también cambian. Su narrativa visual se expresa por la sintaxis del «anacoluto» y la «síncopa». BLOW y TILT/LILT reinventan el héroe onírico, el personaje de Don Quijote, haciendo de él un «héroe de nuestra época». Los biombos no son sólo un comentario a propósito de Cervantes, y menos aún ilustraciones de su libro: son proyecciones, como viene siendo habitual en el método de Hammer, del protagonista/artista: el que cambia la forma. Los molinos de viento se corresponden con las partes anatómicas del cuerpo. El ojo pineal (la piedra de la locura del famoso cuadro de El Bosco en El Prado) aparece a guisa de una bomba que explota bajo las ruedas de un carruaje… ¿pero qué carruaje?

En el cuero de la obra de Hammer, el mundo «interior» converge con el «exterior». La piel se vuelve del revés. El microcosmos se derrite, se funde, se mezcla con el macrocosmos y lo impregna. Toda la «experiencia» del universo se convierte en un órgano gigantesco. El cuerpo desmembrado se recompone y multiplica literalmente mediante el uso de la piel, pero también retóricamente. He aquí «el cuerpo sin órganos» descrito por Deleuze y Guattari en su célebre libro Milles Plateaux. En la obra de Hammer tenemos un lugar donde la forma del mundo reinventa el derrumbe central de la identidad del yo.

Así pues, no es tan sorprendente que Hammer utilice en su trabajo un formato tan raro como el cuero (las dos obras son un collage o marquetería de la piel más exquisita y exótica, usando técnicas del encuadernado artístico, al que alude la propia forma de dos mitades que se pliegan). La piel es, al fin y al cabo, el límite del cuerpo, un punto de inflexión, el momento de la inversión y la reflexión, el punto de contacto con el mundo. En la piel las formas pueden plegarse, desplegarse y combinarse, configurarse y desfigurarse en una interminable exploración del palíndromo visual que compone tanto el cuerpo como la persona. Pero el cuero también introduce en la obra una dimensión de duda: el material más precioso y vulnerable, tomado de la vida y con la sombra de la muerte sublimada en su color y su textura, el material con el que rozamos el mundo. La famosa «libra de carne» de Shakespeare con que zanjar la deuda. Como el autor francés André Gide escribió con tanta ironía, «la parte más profunda es la piel», y esto no hay quien lo niegue después de ver la presente exposición.

F. B.

Galería Fúcares. MAdrid

C/ Conde de Xiquena, 12- 1º 28004 Madrid

www.fucares.com