"Machacando una perla a martillazos" post de Tono Carbajo sobre el museo MARCO de Vigo
4 septiembre 2017
Es muy doloroso tener que asistir a otra muerte más de una institución cultural de referencia en el país. Deja una sensación de vacío amargo, una sensación de que por una desafortunada serie de decisiones burocráticas y personalismos, se destruye un proyecto que es muy necesario en la ciudad.
Se entendería el cambio de rumbo si la institución no funcionase, pero en este caso la paradoja es que si funciona, si es un museo visitado, si proyecta al exterior, si está integrado en el tejido cultural. ¿Por qué entonces se quiebra un proyecto de estas características?
No hay solo un factor detrás de este desgraciado desenlace, como siempre la realidad es compleja. Pero dicho de forma que se entienda, el museo se va al carajo por cuatro duros, kilos de ignorancia y toneladas de personalismo.
Se desbarata así un espacio para el arte, que gracias a la gestión de un equipo altamente profesional ha conseguido posicionarlo como uno de los centros más interesantes del panorama artístico, con una programación llena de coherencia y que iba capeando a base de cariño, esfuerzo y profesionalidad los embistes presupuestarios y políticos a los que lo han sometido estos últimos años tanto instituciones públicas como privadas.
Decía mi estimado amigo Din Matamoro que "el Marco es un tesoro que tenemos en Vigo"
Siguiendo con su metáfora, no tiene sentido alguno machacar una joya a martillazos pero eso es lo que se está haciendo.
Se nos dice que la razón que lleva a la reestructuración del museo tal y como lo conocemos es presupuestaria. No es cierto, la razón siempre es política. El problema no es la falta de fondos, si no donde y como se invierten y esa es una decisión de índole político. Para otras cosas sí que hay dinero, en cambio para esto no.
Es sabida la falta de apoyo al Marco de Vigo y las absurdas peleas internas entre el ayuntamiento, la Diputación, el Ministerio o de la Xunta de Galicia. Dinero hay, lo que no hay es voluntad política o peor aún, la voluntad es cargarse como sea cualquier posibilidad de emisión que no venga tutelada desde el Palacio de Rajoy o desde el gobierno central.
Por otra parte, la entidad financiera que también aportaba capital al museo también hace tiempo que lo abandonó a su suerte. Claro que después del desmantelamiento, robo y posterior venta de esas entidades a gentes que le importa tres pitos la ciudad es de comprender esa posición.
Lo más triste de todo es que al MARCO la estocada final se le da desde donde más se debería defenderlo, desde la propia alcaldía de nuestra ciudad. Utilizando los estatutos para hacerse con el control total de la entidad pero no para salvarla y hacerla viable, si no para dar carpetazo a todo el proyecto.
Señor alcalde, no tengo por que pensar que su intención no es buena, pero es a todas luces equivocada. Desconozco, si tiene usted un equipo de asesores culturales o toma las decisiones en solitario, en cualquier caso hágaselo ver, porque hace tiempo que desliza velozmente a la ciudad hacia la horterada mayúscula, la vulgaridad y el desastre cultural más absoluto a pesar de que eso le dé más votos.
Para que usted me entienda, los vídeos que más visitas tienen en internet son los de tetas, violencia o tipos diciendo estupideces, pero esos millones de visitas no los convierten en obras maestras de la comunicación. No sé si me explico.
Consulte con especialistas de verdad, no haga caso a los palmeros, no suelen ser de fiar. Esta usted a punto de cerrar una de las pocas ventanas de comunicación cultural y artística que la ciudad tiene con el mundo.
Vivo hace años en Barcelona y desde allí veo con envidia una programación viva, potente, atrevida y que supera a la de muchas instituciones que multiplican por varias veces su escuálido presupuesto. Es un orgullo ver como el museo de la ciudad que me vio nacer puede comunicarse de tu a tu con centros de arte mucho mas grandes. Es una autentica barbaridad desperdiciar todo ese capital.
Apuntaba Ángel Cerviño en un acertado escrito , que “El cierre de un museo o de una biblioteca, la cancelación de un programa de becas o el desmantelamiento de cualquier equipamiento cultural son una suerte de mutilación, una extirpación, una dolorosa lobotomía realizada sobre la mente colectiva que construye la historia y forja la memoria” Efectivamente así nos sentimos muchos, como si nos fueran a extirpar algo, pero algo que estaba sano, un órgano que estaba funcionando. Cierto que últimamente al relentí, debido al estrangulamiento económico y falta de apoyo institucional, pero el modelo es el correcto.
Desde el mundo de la política siempre se ha cogido con pinzas esto del arte y más si lleva la coletilla de “contemporáneo”. Resulta muy penoso ver como dirigentes de partidos que se suponen progresistas desprecian la producción artística actual de nuestro país igual que la derecha más cavernícola. Por desgracia en eso la transversalidad ideológica es total.
En más de una ocasión he tenido que oír estupefacto, como políticos pretendidamente progresistas adoptaban las más retrógradas teorías artísticas de personajes como Avelina Lesper para adornar o justificar intelectualmente sus despropósitos, su desprecio al arte actual o simplemente su ignorancia.
Un arte para el pueblo, dicen. No al arte elitista que nadie entiende, dicen. Todo el arte contemporáneo es un gran engaño, dicen. Pues no, el arte contemporáneo siempre ha tenido y tiene una clara función de servicio público, elaborando metáforas que nos permiten entender nuestro tiempo.
Nuestras obras, por raras que les parezcan a algunos, son las que ahora están destilando lo que será la memoria e identidad simbólica futura de nuestro pueblo, igual que las obras del pasado constituyen nuestro imaginario presente.
Únicamente a un ignorante se le ocurriría cerrar un centro de investigación científica porque solo una minoría de población entiende lo que allí se cuece. Sin embargo cargarse un proyecto cultural de vanguardia parece que sale gratis, es más, si se retuercen miserablemente las razones de la decisión el asunto incluso puede gozar del fervoroso aplauso popular.
Ese es uno de los grandes problemas que tenemos, nuestros políticos son solo cosechadoras de votos. Poco importa el bien común y menos si este ha de manifestarse proyectándose a un futuro en el que vaya usted a saber si aún estarán ellos en él.
Se venderá a la ciudad que lo que a todas luces es un fracaso de la razón y de la política, es en realidad un gran avance. Nos venderán que las desangeladas colecciones de arte municipal tendrán un “marco” adecuado a su importancia, ¡qué bien vende siempre el enaltecimiento chovinista de lo local! Nos dirán que el museo se abrirá a toda la ciudadanía, que esto va a ser la leche de bueno para Vigo. Vamos, que no se entiende como no se hizo antes.
La realidad es que están enterrando una parte de la identidad futura de la ciudad y que se va a dar puerta a uno de los proyectos culturales más sólidos e interesantes que hemos tenido.Nos están devolviendo inexorablemente al pasado, es una pesadilla.
Dirán que los que protestamos somos los cuatro de siempre, los privilegiados, elitistas, los que viven de no sé qué subvenciones.
Dirán ustedes lo que quieran, pero están demostrando que son incapaces de articular una posición coherente, eficaz y duradera sobre los equipamientos culturales de la ciudad y sus contenidos.
Para acabar y por hacer también un poco de autocrítica sectorial. Cuando pasan cosas como estas es fundamental tener organizaciones propias que sirvan tanto como interlocutores válidos, como para otras muchas actividades. Tenemos que hacernos ver esa incapacidad para tirar todos del mismo carro, para crear comunidad, para crear espacios de reflexión compartidos. En varias ocasiones hemos estado a punto de conseguirlo, pero la falta de compromiso sostenido, los excesos de ego o las envidias estériles, imposibilitaron que la estructura fuese duradera y echó por tierra el sueño. Ya vale de tanta queja inútil de bares, llevamos así toda la vida.
Me da mucha pena y me indigna la apatía de una parte de nuestra profesión. Sea por simple cobardía o porque algunos prefieren la tibia mediocridad de su zona de confort, festejando a los políticos de cualquier tendencia solo por si les caen unas miserables migajas del pastel.
Un poco de altura de miras por favor. Más país, más bien común,menos ego y más arrimar el hombro.
Cualquier ciudadano, trabajador de la cultura, cualquier amante del pensamiento y el progreso debería estar en este momento apoyando al museo y resistiéndose a tragar con semejante involución.
Se debería articular una respuesta pública de artistas, visitantes, amigos del museo, técnicos, coleccionistas, agentes culturales y comisarios. Solo si desde los poderes públicos ven que la ciudad arropa de forma unánime a su museo habrá una mínima posibilidad de parar este despropósito.
Porque al final, la cuestión es ¿cuantos estamos dispuestos a defender la cultura en nuestra ciudad? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar?
Retumba de nuevo en el aire aquello de “muera la inteligencia”
En nuestras manos está el remedio y en el peor de los casos, al menos podremos mantener nuestra dignidad como personas, como artistas y como ciudadanos. Al menos lo habremos intentado.
Es momento para para la resistencia.