"Vertical" de Juan Pedro Ayala en Galería ATC

Galería ATC se complace en anunciar Vertical, una exposición de 16 obras del artista canario Juan Pedro Ayala (1972-2019). La apertura tendrá lugar el viernes 17 de septiembre de 18 a 21 horas, en la calle Callao de Lima, 39, Santa Cruz de Tenerife. La exposición permanecerá abierta al público hasta el 20 de noviembre.

En sus obras sobre papel, Ayala ha pintado árboles. Por medio de una pincelada fluida los ha situado ante un horizonte indefinido y sobre un campo de manchas que se funde con sus troncos. Habiendo empleado técnicas mixtas, incluido el fuego y su efecto de quemaduras, Ayala transmite, a la vez, fragilidad y resistencia. Y a pesar de que las fuerzas destructivas han dejado heridas en la piel de los árboles —al igual que en la propia obra de arte—, intuimos que a los árboles no les queda otra alternativa que seguir creciendo. Es la combinación de eventos destructivos y generativos lo que alimenta la fluidez y la indeterminación de la vida.

En las pinturas a gran escala de árboles mandala (técnica mixta sobre lienzo), es el cuerpo del espectador, y del artista, el que aparentemente se transfigura en un tronco de árbol con sus miembros y ramas que se extienden hacia arriba. Junto a este movimiento, ese punto de vista refleja también la fragmentación de nuestro cuerpo y la imposibilidad de abarcarlo todo con nuestra mirada. Los ojos sólo pueden revolotear y saltar, como pájaros, de una rama a otra, sabedores, sin embargo, de la posibilidad de elevación. De cerca nos perdemos en los fragmentos, y solo cuando retrocedemos, comenzamos a aprehender la totalidad de estas pinturas. Si en un paisaje es la línea del horizonte la que separa la tierra del cielo y posiciona al espectador a la distancia necesaria para observar un panorama, su ausencia en las obras de Ayala reorienta nuestra relación con el plano del suelo.

Es con las obras de Juan Pedro que, como niños, nuestra experiencia del mundo se comprende a través de una mirada dirigida hacia arriba. Vertical refleja, así, nuestro arraigo con el suelo y, también, una mirada reflexiva al cielo, una vez que las flores han vuelto a renacer.