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NO PASA NADA | Exposición de Rafael Alvarado, Cayetano Romero y Sebastián Navas

 

Exposición comisariada por: Carmen Cortés e Ignacio del Río.

Pintura, escultura, técnicas mixtas.

 

Galería El Estudio de Ignacio Del Río

Calle San Lorenzo, 29

29001 SOHO-MÁLAGA

 

INAUGURACIÓN: viernes 10 de febrero desde las 19:30h, estará hasta el 7 de abril (2023).

HORARIO: De 17:30 a 20:30 h de lunes a viernes o con cita previa.                

CONTACTO: Tlf. 0034 – 667 057 356    ignaciodelrio.delrio@gmail.com

 

El eco de Ángel González, poeta del hombre, del devenir, intimista y social, vibra en el título de la exposición, “no pasa nada”, y en las obras de Sebastián, Rafael y Cayetano.

Luces y manchas devienen interrogación, ontología, paseo por el mundo, por la existencia, por la nada que lo es todo.

En la larga senda de palabras que recorre el ser y la arteria nudosa, caminante y camino, en la que vuelve a trazar la terrible herida escrita por Maillard. En la sombra que se alarga, ese otro en el espacio-tiempo del andariego-rama-Cayetano, metamorfosis todas de quien acepta el tránsito. Las esculturas y la naturaleza encontrada, la paciencia infinita del amanuense, el dorado barroco y la deliciosa metáfora macabra nos dicen: todo pasa, nada permanece, el todo y la nada se hacen infinito en su transformación.

El tiempo, la impermanencia, se enseñorean de las formas, subyugan la reflexión y nos guían en la contemplación.

De las flores salpicadas, casi abstractas, de los óleos trabajados con espátula de Sebastián. Contempladas en la lejanía parecen tan vivas, henchidas de luz; cercanas semejan más bien preciosas flores secas de herbario, a la par exuberantes y marchitas. Como los fondos, oscuros, con extraordinarios reflejos, casi uniformes a varios metros, pero complejos, matéricos, entramados, en la cercanía. Los paisajes a los que nos habíamos hecho se tornan minúsculos, aunque grandiosos en la belleza efímera de sus motivos, en las imprevisibles texturas de los trazos, también en las trampas de los colores, hora marfil y ébano, hora ocres y azules profundos. En ellos, el quehacer diario, el pintar con tinta una hoja, en apariencia igual, cada día diferente, se ha adornado con ramilletes de estampa japonesa; pureza y oscuridad vienen de la mano.

El tiempo, el devenir se apodera del cuadro, se hace requiebro en la mente de quien sabe que nada queda, si bien todo vuelve.

En las figuras, dibujos, manchas, iconos de un momento, símbolos de una eternidad efímera, que pueblan los óleos de Rafael. Son objetos cotidianos o simples humanos,

representaciones de un imperio venal, vacuo, de una cultura doblegada, gigante-niño con pies de barro que juega con un globo. Hordas de turistas y calaveras iluminadas, largas colas de seres amedrentados por la violencia, mártires de las razas y las injusticias se hallan junto al cáliz en recuerdo del poeta, de otra patria, menos madrastra. Sueña en ellos la mancha-cuervo con su pasado glorioso, pensamiento y memoria de Odín, símbolo de sabiduría, de transformación, de misterio, de inteligencia, del destino.

Ha sido un acierto que las obras de los tres artistas se hallen reunidas, dialoguen entre ellas sobre la misma pared y nos interroguen sobre nuestros actos, letales intervenciones que destruyen cuanto tocan, nos digan la miseria de nuestros orgullos y jactancias, nos adviertan de nuestro fugaz paseo por el planeta.

                                                                                                                                         Carmen Cortés