Galería Juan Silió | Núria Fuster. Caminar montañas mientras respiro escultura
Núria Fuster. Caminar montañas mientras respiro escultura.
La galería Juan Silió presenta la segunda exposición individual en su espacio de la artista Núria Fuster. Caminar montañas mientras respiro escultura parte de la observación y recorrido de los restos de un edificio de la STASI que se encuentra frente a su estudio en Berlín. De estos encuentros con los materiales y el ejercicio de escucharlos surge un conjunto de obras que se mueven, cantan y respiran, creando su propia composición. Una exposición que responde, como destaca Bea Espejo en el texto que la acompaña, “a esa idea de Núria Fuster de la escultura como un concepto elástico y un estado fluido”, esculturas que “atraviesan el espacio y el espacio las atraviesa a ellas” para abrirnos la puerta a un mundo con sus propias relaciones, físicas y emocionales.
Inauguración: sábado 6 de abril, 11h.
Del 6 de abril al 25 de mayo, 2024.
Martes a viernes 11-19h. / Sábado 11-14h.
C/ Dr. Fourquet, 20. 28012, Madrid.
Caminar montañas mientras respiro escultura
Bea Espejo
Frente al estudio de Núria Fuster en Berlín, una gran montaña de escombros esconde un antiguo y enorme edificio de la STASI. Hay metales, maderas, cementos y tierra que todavía perviven como espacio histórico ahora desdibujado como una gran nube de polvo en suspensión. El proceso de demolición conllevó distintos pasos, que la artista recorría visualmente desde su ventana. Cada vez que se iban acumulando hierros en esa montaña de escombros, también ella sentía su emocionalidad, como si pudiera sentir el peso del material o entender su lenguaje interno. Como si esa Muntanya (2024), un resto de tubería unido a la estructura de una silla, la llevara ella a cuestas.
Fruto de ese ejercicio de escucha nacen las obras reunidas en Caminar montañas mientras respiro esculturas. Canto I y Canto II (2024) responden musicalmente desde el título. Giran y hacen ruido entre la visión y el oído. A veces, la piel parece ser la mejor oyente, ya que se eriza y estremece ante un sonido o un silencio. Suspensión I y Suspensión II (2024) son cerámicas esmaltadas que cuelgan de muelles y cables de acero desde el techo. Liberan significados como las válvulas liberan el vapor, y responden a esa idea de Núria Fuster de la escultura como un concepto elástico y un estado fluido. Eso es: experimentar la cerámica cruda, el hechizo repentino de un acto móvil llevado a la quietud. Luego, la doble vida del color, sin cocer y cocida. El esmalte, los óxidos. Las transformaciones en el horno durante la cocción visualizando los cambios físicos: la eliminación de agua química, la arcilla moviéndose hacia su forma de gres. La atmósfera cambiante del horno durante el enfriamiento. El tenue resplandor en el último descenso de la temperatura. Y, aunque las formas de las cerámicas cambien, aunque cada momento muera en el siguiente, aunque nada se haga para que dure, algo está sucediendo. Cada momento impulsa la vida hacia adelante.
Eso resuena de manera especial en la obra titulada Dol (2024). En catalán significa duele y duelo, un binomio seguramente inseparable. También aquí los flecos abrazan un hierro, y viceversa. A su alrededor, se forma una especie de caparazón que revela una quieta unidad interior. El ritmo corporal de la escultura se convierte en sentimiento, y las emociones se transforman en signos físicos. En un Abrazo térmico (2024), dice otra obra. La vida que busca la vida, el sol. El frío que busca el calor. El instinto que busca una transformación. El equilibrio en un campo de tensiones desiguales.
Núria Fuster. Canto I, 2024.
Las esculturas de Núria Fuster atraviesan el espacio y el espacio las atraviesa a ellas. Dialogan unas con otras a través de un acto relacional. Aparecen como entes extraños, generando encuentros y espacios desde donde poder mirar de nuevo. Son obras que cuentan con misteriosas fuerzas vitales que adoptan diversas formas, desarrollándose una a partir de otra, y cada una independiente de la anterior para poder funcionar en su propio espacio. Hay una especie de condensación. Algo parecido a una agitación. Parecen encarnaciones que evolucionan cuando hay un cambio de energía. Puede parecer un pensamiento abstracto, pero no lo es tanto si pensamos en algo tan común como las separaciones: curan y transforman continuamente. O en la muerte, que se mueve por el cuerpo como una presencia invisible. No podemos sobrevivir sin ella. Ocurre lo mismo en cerámica: lleva el futuro dentro. La materia siempre está “sintiendo” las presiones sobre ella, seamos o no conscientes. Y algo parecido podríamos decir de la poesía: vive con franqueza en un mundo de mutantes y hay en ella un consuelo y una transformación de la que participamos. Eso sí: requiere un oído puro. Así lo reivindica Tsvietáieva desde la escritura, siempre presente en la mesa de trabajo de la artista, donde lo importante no es ni el poema ni el tema, sino la entonación y que ésta solo se consigue mediante la saturación y expansión lingüística y la ruptura de las normas sintácticas de la prosa, capaces de traer el eco de las emociones y los sentimientos fundacionales.
Núria Fuster. Centípede, 2024.
También las obras de Núria Fuster proponen una escucha atenta. Lo dice ella misma: “los hierros son como silabas que se articulan en un proceso relacional conformando nuevas palabras, un nuevo lenguaje, el suyo, que la artista aprende e intuye, y balbucea”. Las leyes internas de las esculturas se perciben como centros únicos que giran en continua relación entre sí, como un matrimonio de fuerzas. Hay algo cósmico ahí, en esa forma de relatar el mundo. La artista es capaz escuchar las preguntas internas, las que no se dicen, las esperanzas, los recelos, los sueños. Soñar, como David Medalla, con el día en que las esculturas respiren, sonrían, bailen o caminen. Que vibren o se tambaleen. Esculturas que conserven las dimensiones secretas de una sombra o que empujen al terreno de la imaginación. Esa habilidad para contemplar imágenes vivas que no son perceptibles a los sentidos. En esa vida imaginativa, sus obras que funcionan como un pulso. No se produce por la fuerza, sino por coordinación. Eso es: la apertura de la forma. Derribar esto para poder poner esto otro. Quitar algo, para añadir otra cosa, para romper algo. Todo es escultura burbujeando y bullendo de posibilidades. El mundo en expansión. El juego continuo.
Núria Fuster. Fang Cosmic, 2024.
Núria Fuster García (Alcoi, 1978) vive y trabaja en Berlín. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia en 2023, recientemente ha expuesto de manera individual en Conde Duque, Madrid (2022), Galería Juan Silió, Madrid (2024 y 2021), Efremidis Gallery, Berlín (2019); y en exposiciones colectivas en: Sprengel Museum Hannover (2022), CCCC Centre del Carme, València (2021), Museo Abstracto de Cuenca (2021); Tabacalera, Madrid (2020); CCEM Centro Cultural de España en Mexico, DF (2020); Museo Patio Herreriano, Valladolid (2020); IVAM, Valencia (2019); CA2M, Madrid (2018); Centro Botín, Santander (2018); Musée des Arts Décoratifs, Paris (2016); Bass Museum, Miami (2014), WUK Kunsthalle Exnergasse, Viena (2014). Fuster ha sido reconocida con distintos premios como la Beca Marcelino Botín, Premio Art Situacions, FIG Bilbao o Kunstfonds New Start Kultur Grand.
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