Exposición de Arancha Goyeneche "Mar de nubes" en la galería valenciana Set Espai d'Art
Arancha Goyeneche. Atardecer desde el refugio de Collado Jermoso. 2024, 120x200cm.
"Mar de nubes", exposición de Arancha Goyeneche en la galería valenciana Set Espai d'Art.
Inauguración: viernes 19 de abril a las 19h.
Permanecerá abierta hasta julio.
Pl. del Miracle del Mocadoret, 4, Ciutat Vella, 46001 València.
Tocar las nubes con la mano
Bea Espejo
El río Tajo expande una luz propia que cubre Lisboa de un blanco único. Bruno Ganz tiene unas horas libres para pasear por la ciudad antes de volver a la sala de máquinas de su petrolero. Pero estira su tiempo durante días. Con una cámara de super 8 graba cada instante, cada tranvía, cada sonrisa, los adoquines, los cúmulos de nubes, el reloj de pared a la entrada del hostal con las agujas del revés. La escena es de la película En la ciudad blanca (1983) de Alain Tanner. Es uno de esos cineastas que piensa con los ojos y que está convencido de que el tiempo es un enigma. Filma el mundo tal y como lo ve: la luz de los trenes, los atascos nocturnos, unas huellas en la nieve, plantas acuáticas flotando, el lento discurrir de las nubes... Indicios, el ruido de fondo. Levantar las cejas de incredibilidad al mundo.
Alain Tanner trabaja con el material que se le ofrece, las imágenes que se encuentra. Sólo las une el haberlas elegido y grabado. No está lejos del trabajo de Arancha Goyeneche. También ella convive con fragmentos y se pregunta qué tiempo es ése en el que no se mueve el tiempo. Sentir el paisaje es el nexo común. La conjunción del hombre con el elemento natural. El cuerpo como elemento supremo de la naturaleza. Las anomalías climáticas como esa otra sintaxis de la naturaleza. Leer el paisaje como si fuera un libro y la pintura como si fuera un paisaje. De ahí saca los colores: azul del mar, plata de la lluvia, verde los árboles, lilas del atardecer… De las anomalías climáticas extrae esa otra sintaxis de lo natural que escapa a toda lógica, como su propia pintura. Uno de los temas recurrentes de su pintura es el paisaje reproducido como una experiencia recordada. Podemos verlo también en esta exposición, Mar de nubes. Ya sabemos que la memoria hace caso omiso del tiempo y que siempre piensa en otra cosa. Es un vórtice, una simultaneidad. Siempre está creando collages.
Los de la artista están hechos siempre de cinta adhesiva, un material que apareció hace mucho casi por casualidad pero que ya no ha abandonado nunca. Añade algo más que pinceladas a sus obras. El vinilo también pega, une, sella, estampa, engoma, asegura… A ella le interesa el rastro sutil que deja la superposición entre ellos, el juego de luces y sombras, las transparencias o el acabado. Los fluorescentes expanden esa idea un poco más allá, generando otros juegos cromáticos en el espacio. La suya es una pintura que no necesita ser pintada para ser pintura. Son pinturas que desbordan los límites del marco pictórico hasta crear imágenes expansivas que cuestionan el lenguaje intrínseco de la pintura. Arancha Goyeneche es una de esas artistas que pinta sin pintar y recorre esos otros caminos de la plástica. Pinta sin manchar y mancha sin velar. Hay rebeldía en esa veladura a base de cinta adhesiva que me recuerda a Louise Bourgeois cuando decía que el ensamblaje no es un ataque a las cosas, sino que es llegar a un acuerdo con ellas. Lo pienso al hilo de todos esos recortes de vinilo que suponen el material base en el taller. “Con el objeto que encuentras, te ves atrapado por un detalle o por algo que te llama la atención y te adaptas, sucumbes, recortas y recompones. Pero en el ensamblaje hay algo más: hay restauración y reparación”, decía.
Recomponer un paisaje es lo que hace Arancha Goyeneche en El eterno blanco y Las puertas de Europa, las dos series de obras que presenta en esta exposición. El blanco de la primera alude a la nieve que prácticamente no cayó en los últimos inviernos, en 2022 y 2023. Los paisajes que vemos lo componen psicogeografías de lugares por los que la artista ha paseado desde los años noventa, ubicados en los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica. De ahí que algunos títulos de la serie sean el Lago de Ándara en la noche, Vegarredonda, Peña Prieta o Atardecer desde el pico Bristruey. Al igual que los artistas plenairistas que hacen incursiones en la naturaleza inspirados por las emociones y la sensorialidad que les produce el contacto físico con ella, también Arancha Goyeneche recurre a la experiencia vivida en aquellos años para hacer un ejercicio de memoria y evocación, y traer al presente los aspectos sensitivos más intensos y sutiles. La técnica es sencilla y sofisticada al mismo tiempo. Todo parte de una fotografía de 20 x 30 cm de vinilos adhesivos que cubre el suporte de la obra y, a partir de ahí, superpone tiras de vinilo mate y fosforescente. La técnica no está tan lejos de la idea de dar pinceladas sobre un lienzo. La fotografía sería la mancha sobre la superficie para añadir sobre ella a través de los vinilos. Unas obras de cariz autobiográfico que pone en relación con otra realizada en 1997, pero retocada para la ocasión, titulada Las puertas de Europa, que coincide en el momento temporal con aquellas caminatas por las montañas.
Sabemos lo excepcional que es un mar de nubes, esa acumulación de estratocúmulos a baja altura causada por vientos cargados de humedad. A cierta altura y en determinados momentos del día, tiene una tonalidad ligeramente azulada que hace que algunos lo confundan con el mar y supongan, erróneamente, que se encuentran a una altitud inferior a la real. Algo parecido pasa en la exposición. En las obras de la artista, el final es algo que se abre a otra cosa, una cosa nueva. Se abre al episodio siguiente, a un lugar que no aparece en la pintura pero que la pintura sugiere. El lugar de la pintura y el lugar de la vida si acaso no es lo mismo.
Arancha Goyeneche. Los puertos de Áliva. 2024. 180x200cm.
Más información aranchagoyeneche.com