Exposición “Bajar a la Montaña” | Víctor Alba | Comisariada por Míriam Callejo
Exposición Bajar a la Montaña
Víctor Alba.
La exposición, comisariada por Míriam Callejo, se podrá visitar hasta el 18 de junio.
La inauguración tendrá lugar en el patio del Parlamento de Cantabria el 17 de mayo a las 19h.
El patio central del Parlamento de Cantabria acoge desde el 17 de mayo una veintena de las obras más recientes del artista Víctor Alba con su exposición Bajar a la Montaña, comisariada por Míriam Callejo. La exposición está compuesta íntegramente por pinturas realizadas durante este año y que forman parte de la serie La veduta ilustrada.
Estas obras, que destacan por la variedad técnicas y formatos, presentan composiciones cercanas a la abstracción inspiradas en el paisaje de Cantabria. El título de la exposición, Bajar a la Montaña, alude precisamente a la importancia del relieve en Cantabria, hasta el punto de ser conocida como La Montaña, tanto históricamente como en la actualidad, y objeto de inspiración artística, literaria, fotográfica o musical. El artista, salmantino de nacimiento y cántabro desde su infancia, pone en el centro la noción de paisaje como concepto artístico, potenciando la variedad de formas y colores que componen el paisaje de la región, tan mutable a lo largo del día y del año.
Las obras son también parte de los resultados de la investigación realizada por el artista durante los últimos 7 años, de la que resultó la tesis doctoral “El Paisaje Montañés. La pintura de paisaje en Cantabria desde una aproximación contextual y personal”, defendida en la Universidad Politécnica de Valencia el pasado noviembre; tesis que obtuvo el reconocimiento Cum Laude y fue dirigida por Juan Martínez Moro y Eva Marín Jordá.
Recientemente, el artista ha expuesto en exposiciones colectivas como Abierto Emergentes, en la Galería Adora Calvo, y Kamen, Papir, Makaze, en la galería serbia Fabrik KC, en Novi Sad, dentro del programa Capital Europea de la Cultura 2022.
Víctor Alba (Salamanca, 1986) vive y trabaja en Cantabria. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y doctor Cum Laude por la Universidad Politécnica de Valencia, con máster en Especialista en pintura por la Universidad de Belgrado y en Producción Artística por la Universidad Politécnica de Valencia.
Ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas entre las que destacan Abierto emergentes en la galería Adora Calvo (Madrid, 2023), KAMEH- PAPNR - MAKA3E en Fabrik Kulturni Center en Novi Sad para el Programa Capital Europea de la Cultura (Serbia, 2022), Al aire. Una flecha que silba en el oído en la Sala de exposiciones Los Arenales de la BCC de Santander (2021), 20/20. FRONTERA <40 en la Casa del Águila y La Parra de Santillana del Mar (Gobierno de Cantabria, 2020), Re (EN) torno en el Ecoparque de Trasmiera en Arnuero (2019) o Artbanchel (Madrid 2019).
Bajar a la Montaña. Míriam Callejo.
Bajar a la Montaña no es una contradicción, a pesar de las apariencias, sino una realidad en la Cantabria de décadas y siglos pasados. La Montaña, al contrario de lo que muchos creen, no es la parte alta de la región, sino todo lo contrario. Bajar a la Montaña, por tanto, adquiere todo el sentido. El título de esta exposición refleja una identidad, un sentimiento de pertenencia en dos direcciones. Uno, el de los habitantes de los valles cántabros, quienes denominan la parte baja de la región como Montaña. El otro, la propia Montaña, los cántabros del llano y la costa. Sin embargo, al final, montañeses somos todos los cántabros para el resto de la Península, los de la Montaña y los que viven en la montaña. La obra de Víctor Alba simboliza precisamente eso: el paisaje con el que nos sentimos identificados, el mar y la montaña, los interminables prados o los cielos cambiantes con los requiebros de la orografía moldeándolos.
Como ocurre en siglos pasados desde el barroco holandés, el vedutismo veneciano de Canaletto, Romanticismo costumbrista montañés de Casimiro Sainz, Agustín Riancho o incluso Carlos de Haes, a la exaltación de la naturaleza salvaje de Friedrich o Turner, para Víctor Alba el paisaje y su estudio es el leitmotiv de su obra. No obstante, aunque no lo deja de lado totalmente, su obra va más allá del elogio a la exuberancia y la belleza de la potencia intrínseca de la naturaleza en esos lugares que parecen escapar a la inevitable influencia del ser humano. Así, en su serie más larga y reconocible, Paisaje con árbol, lleva al extremo el tratamiento objetivo, casi científico, de una escena natural muy identificativa en el Norte de España: el prado cuya horizontalidad rompe un solitario, pero frondoso árbol. Repitiendo el mismo motivo con variaciones cromáticas, técnicas y de formato se conseguía una sensación de neutralidad en el paisaje.
Sin embargo, la objetividad en el paisaje no existe, ni siquiera en Paisaje con árbol: nuestra visión de un paisaje es parcial, queda reducido a lo que nuestros ojos perciben, y nunca se repetirá la visualización de un paisaje porque el contexto, tanto personal como del entorno, será siempre distinto. Si en el momento presente una misma vista es diferente y fragmentada, al añadirse el factor tiempo, esa fragmentación de lo vivido, ahora convertido en memoria, se agudiza. Es bien sabido que el cerebro reconstruye los “vacíos de información” distorsionando el recuerdo con elementos que le dan coherencia, pero que no eran de ese modo o ni tan siquiera existen. Alba recoge ahora, deliberadamente, en La veduta ilustrada esas vistas parciales, esa subjetividad, y las lleva a la pintura. Comparte con el espectador un punto de vista personal, como el que se ve desde una ventana, que es precisamente el recurso que emplea como pretexto para reflejar la intimidad subyacente en esta última serie de pinturas que aquí que presentan. Y, al igual que ocurre con nuestros recuerdos, el resultado es una imagen principal con tendencia a la abstracción que difumina el realismo de la escena y conceptualiza los elementos del paisaje. Esta inesperada imagen principal, se complementa con texturas, luces, materiales o incluso secciones facetadas aparentemente descontextualizadas, pero que conforman, en su contradicción, un todo. De este modo, Alba rompe desde la pintura con la a priori asumida tranquilidad y armonía que se espera de una escena de paisaje, sin disociarse de la sublimidad -muchas veces abrupta- que posee el paisaje, y muy especialmente el cántabro, cuyo máximo atractivo son los brutales contrastes visuales en un solo vistazo desde cualquier punto de la región. Un paisaje cuya atmósfera y color muta a cada minuto, y que habría hecho las delicias del ya mencionado Turner, quien también gustaba de salirse del camino establecido para mostrar un “paisaje expandido”.
La veduta ilustrada es una llamada a salir de las convenciones, dar una oportunidad a los nuevos-viejos paisajes, de arriesgar volviendo íntima y cercana la incomodidad de no encontrarse ante un paisaje de fácil lectura.