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El pincel hereje, de Alberto Ros. Exposición en la galería Blanca Berlín

Galería Blanca Berlín

Hasta el 22 de mayo

Alberto Ros. Insignia #1, 2020

 

La sociedad del siglo XXI ha creado sus propios canales de acoso y descrédito, mostrándose muy eficaces en la acusación, juicio y lapidación de los neo-herejes, personas que por su sexo, raza, forma u opinión se convierten en diana de críticas, amenazas o burlas, tanto en redes sociales como en su entorno. Sólo como dato, 7 de cada 10 jóvenes declaran haber sufrido algún tipo de acoso, lo que pone de manifiesto la efectividad de estos canales y la crueldad de la naturaleza humana. En esta era digital, las prácticas inquisitoriales en la red se expanden utilizando la tecnología para inocular el virus del odio y la vergüenza, amparadas en el anonimato y utilizando técnicas como el ciberbullying o el sexting. Y es que todo vale para la caza del neo-hereje. La frase “le han colgado un sambenito” es ahora tan válida como cuando se puso en práctica por la Inquisición, siendo hoy un sambenito digital perpetuo en la red sin derecho al olvido.  

En el Siglo XIV, en plena caza de brujas, se escribe el Manual de Inquisidores donde se describe por primera vez el saco bendito, una túnica en forma de escapulario sobre la que iban pintadas llamas y diablos para los pecados más graves, y aspas de San Andrés para los reconciliados. Estos sacos se usaban para identificar a herejes y pecadores y debían ser llevados por los condenados en un atroz recorrido a modo de acto de fe, un espectáculo de escarnio público que llevaba al reo hacia la redención en unos casos y hacia la hoguera en la mayoría. Una vez ejecutado el penado, el saco bendito se colgaba en iglesias para deshonra del penitente y la de su entorno. El nombre derivó en sambenito, palabra que se utiliza en la actualidad para “marcar” a una persona a la que se le presumen vicios, pecados o simplemente, porque es diferente o no es del agrado de alguien. Basta con un mensaje de WhatsApp o un post en Twitter para encender la mecha. El Pincel del Hereje trata de reflexionar sobre las consecuencias de esta neo-Inquisición: soledad, aislamiento, humillación… un viacrucis al que son condenadas las víctimas de la injusticia social. Los diferentes personajes de las fotografías son intervenidos con tinta china y/o acrílico como metáfora de su estigma y del acto de fe al que son sometidos. El título de la serie hace referencia a las marcas con las que se ha segregado a lo largo de la historia, pero también a la técnica utilizada, el Marrón Vandyke, un proceso fotográfico que se realiza con brocha. 

 

El proceso 

Las copias químicas se realizan en laboratorio con la técnica de Marrón Vandyke, inventada en el S.XIX por Sir John Herschel, que emplea el citrato férrico junto al nitrato de plata y el ácido tartárico para sensibilizar el papel, proporcionando imágenes en tonos ocres y marrones. Forma parte de la familia de procesos Ferro-plata y durante muchos años se le llamó Calitipia aunque en la actualidad son dos procesos que se tratan por separado. 

 

La técnica 

Con una brocha Hake (brocha japonesa de pelo de cabra cosido a la madera), se extiende la emulsión sobre el papel. Tras la sensibilización, se superponen negativo y papel y se exponen a rayos ultravioleta en una insoladora, oxidando el hierro y la plata según la densidad del negativo. Esto se conoce como copia por contacto. Una vez expuesta la copia, se revela sumergiéndola en agua y posteriormente se fija usando tiosulfato. Se lava meticulosamente y se deja secar. El resultado es una copia de gran belleza, extraordinario detalle y gradación, con tonos ocres que se funden con el grano del papel acuarela, haciendo de cada copia un original, algo diferencial en esta era digital. El papel utilizado es 100% algodón producido de forma artesanal en molinos, de muy alto gramaje y máxima calidad, que ofrece un grano orgánico y una estabilidad única.

 

SOBRE ALBERTO ROS

El apellido Ros tiene una larga relación con el mundo de la fotografía. Alberto es un autodidacta que ha convivido con la fotografía desde su infancia. Su trayectoria se ha centrado más como director y realizador audiovisual, aunque siempre ha seguido fotografiando. Es experto en fotografía equirectangular y ama los procesos químicos. Su especialidad es el colodión húmedo, un proceso que revolucionó la fotografía y que estuvo vigente la segunda mitad del siglo XIX.