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"Pliegue", una propuesta de Laura Flores comisariada por Alejandro Alonso Moro en Amazink, Madrid

 

Comisariada por Alejandro Alonso Moro

El cuerpo es fundamental a la hora de crear y percibir las imágenes. “Resulta difícil imaginar como una mente, separada de una condición corpórea, podría concebir el arte debido al incuestionable papel del cuerpo en la constitución misma del arte. El arte se produce en “la carne del mundo” y en la realidad humana carnal y vivida” – decía Juhani Pallasmaa hablando de la imagen corpórea. Laura Flores (Zaragoza, 1985) exprime y lleva al límite esa condición corpórea, haciéndola enteramente protagonista.

Podríamos resumir su línea de actuación como la materialización del reflejo del cuerpo. Como bien expresa la artista: “Un paisaje íntimo creado desde la dualidad entre representación y realidad, lo exhibido y el referente. Propongo recorridos a través de espacios que nacen del cuerpo, sometiendo porciones que surgen de una matriz viva a un proceso de re-significación. Mediante una acumulación de superficies y de espacios, se conforma un paisaje nuevo, una construcción en la que cada molde completa una capa del reflejo de mi “yo” más íntimo.”

Ya hace 7 años que comenzó su interés por lo cutáneo, el nacimiento de una profunda reflexión cargada de dualidades, en las que el cuerpo aparece como contenedor y contenido, como emisor y receptor, como diferenciador y elemento común.  “Una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor" – decía Nietzsche. Un campo extenso pero concreto con infinidad de posibilidades, se convierte en el paisaje de acción de la artista.

En la muestra viajamos desde esos primeros trabajos que llevan tiempo escondidos, hasta los nuevos reflejos estampados siguiendo las reglas de la serigrafía, pasando por volumetrías de escayola o dibujos. Esta última fase serigráfica nos acerca a un contexto donde la piel como membrana porosa, se vincula a la permeabilidad de esta técnica de estampación, registrando los golpes, rasguños o arañazos que sufre la materia viva. La piel como soporte gráfico es la figura retórica que vemos repetida en un camino que nos conduce a lo más íntimo de su ser.