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Kely en la Galería Gema LLamazares: Un hueco en el vacío

Hasta el 8 de enero de 2011.

VIVIENDO EN EL ESPACIO DE LA PINTURA, AHORA ALGO SIMBOLISTA Y CELTA.

Con frecuencia se admira la crítica de arte de la amplia diversidad de tendencias y maneras con las que Kely se ha venido expresando en la pintura a lo largo de su trayectoria, lo que se ha traducido en el enriquecimiento de la obra con diferentes planteamientos y soluciones plásticas aún manteniendo siempre una misma, inequívoca y reconocible personalidad de estilo. Como es difícil encontrar un caso semejante de capacidad de evolución, y al mismo tiempo de coherencia y alto nivel de aceptación por parte de crítica y mercado, tiene sentido que en ocasiones se pregunte uno sobre las razones o la naturaleza de esta infrecuente fórmula creativa. Como hipótesis aventuraré que a menudo he pensado que Kely, a la que algo conozco, siempre ha experimentado, con mucha mayor intensidad de lo que cabe esperar como raíz de su trabajo, la unión de la vida, su vida y la pintura haciendo de ello el verdadero motivo de su obra. De tal modo que las imágenes que pinta pueden responder según el momento a diferentes códigos pictóricos, expresionismos, iconos pop, surrealismos, abstracciones líricas, figuraciones… pero tratan siempre de lo mismo: de la pintura vivida como pasión por la propia pintura pero también como medio de expresión de pensamientos y sentimientos, del mundo interior en definitiva. Y es por eso por lo que creo que la obra de Kely, como cambia la vida y la propia pintura como medio de contarla.

Creo que para Kely la pintura es una necesidad y que ha vivido siempre, por decirlo así, en el espacio de la pintura como territorio cercano y semejante, esencial para expresar un estado de ánimo o dar testimonio plástico-personal de algo vivido, un acontecimiento de la propia vida o de la fascinación por un paisaje, una música o una obra de arte. Y seguramente ha sido precisamente la intensidad de ese sentimiento y la espontaneidad que conlleva lo que ha condicionado la sensibilidad estética de esta artista en el sentido de eludir su obra riesgos como el formalismo, el decorativismo o la reiteración y abrir en cambio el juego pictórico a distintas tendencias plásticas en función de formas y colores que se imponen inconscientemente según el momento y la circunstancia que haya determinado cada uno de los lugares de la pintura en los que Kely ha recalado a lo largo de su trayectoria artística.

Es bueno por tanto recordar ahora, en que momento había quedado su pintura cuando aquella exposición de 2007, en esta misma Galería, significativamente titulada “Cuestión de tiempo” y, en sus palabras “desde el cansancio de una abstracción lírica que ya no me atraía”. Aquella obra, por tanto, ya concebía la abstracción en términos figurativos, una figuración metafórica, una fantasía floral de contención cromática y firmemente apoyada en el dibujo aunque sin desechar las manchas gris blanquecinas en los fondos, rastros atmosféricos de la etapa anterior.

Pasados tres años, vuelve Kely con una nueva versión de una pintura siempre rica en imágenes originales, seductoras e impactantes que en esta ocasión diversifica con dos formas de expresión diferenciadas en la técnica – óleo-acrílico y dibujo con pigmento – y en la naturaleza del tratamiento pictórico. las formas, y también en cierto modo en la articulación de la imagen y las sensaciones de armonía, ligereza y desplazamiento que sugerían, los dibujos de ahora resultan conceptual y plásticamente más complejos, como anunciando un compromiso de mayor calado en una etapa de creación que comienza, aunque soy consciente del riesgo de aventurarse en estas cuestiones. Conjugando dibujo y pintura, en estas obras sobre papel las formas circulares y planas, en manchas de color de evocación floral o frutal, se engarzan en un esqueleto dibujístico para configurar una elegante y sofisticada filigrana pictórica. Se alimentan estos dibujos del esteticismo grafico japonés, también con algo del “art nouveau”, pero sobre todo, y lo que me parece más importante subrayar, se enmarcan en una poética de idealización simbolista y más concretamente en su estética ornamental de formas entrelazadas, de simbolismo céltico, tan afín a esta tendencia internacional.

Simbolismo también, y mas clásico en la implicación literaria y pictórica, respiran los óleos, ese alternativo imaginario vegetal, flores de la maravilla en su selvático y extraño esplendor nacidas en el juego de la imaginación y la invención plástica que conjuga apariencia de la realidad y fantasía. Se muestran ante nosotros como un arriate de exóticas flores y finas hojas plateadas invasivas surgiendo no necesariamente de la tierra, actuando como en un tapiz pero cargadas de imposibles exhalaciones tropicales y perturbador perfume. Flores de tallo largo y ahilado rematado en apretados capullos de colores vistosos que se proyectan

en el espacio con presencia enigmática , paisajes conceptuales, imagen de una creación libre de la mente y de equívoca condición figurativa, puesta en entredicho por la tensión de extrañeza que inspira su misteriosa y melancólica belleza.

Rubén Suárez

Galería Gema LLamazares

Instituto, 23 33201 Gijón 984 19 79 26

www.gemallamazares.com