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Javier Garcerá presenta "Y si no son como luz" en el Palacio de los Condes de Gabia, Granada

Javier Garcerá

Del 10 de julio al 25 de octubre de 2020

Comisario: Javier Sánchez

«Los nombres que te invento no te crean. / Solo / —a veces / son como luz los nombres…— / te iluminan», escribe Ángel González acerca de la dificultad de alumbrar la vida mediante las palabras. «Y si no son como luz», pregunta más radicalmente Javier Garcerá, y si en modo alguno esclarecen sino que, más bien al contrario, son precisamente los nombres y las palabras los que nos impiden ver. A lo largo de las dos últimas décadas Javier Garcerá ha desarrollado una obra pictórica que invita a suspender temporalmente las palabras para, mediante una intensificación de las paradojas de la contemplación, alcanzar otra manera de estar en el mundo.

            Javier Garcerá se aproxima a la pintura desde las corrientes del pensamiento oriental no dualista, es decir, a partir de una serie de prácticas que rompen con la lógica del discurso racional con el fin de alcanzar una actitud capaz de atender a las cosas en la singularidad de su duración: esta cosa, aquí, siendo en este instante. La «luz» de las palabras y la razón, sin embargo, separa las cosas de su curso y las convierte en objetos que pueden ser observados, pensados, manipulados. Cuando la atención continuada y la demora sostenida reducen los nombres al silencio se abre un espacio de escucha que permite no solo que las cosas sean, sino que vengan a nuestro encuentro. Esta actitud de escucha atenta hace que el tiempo se dilate y que, en ese intervalo pasajero, cada uno de nosotros haga experiencia tanto del cuerpo propio como del rumor incesante de la vida. De su identidad última. Es la experiencia del haiku, el koan o la meditación. También de la pintura.

            Y si no son como luz es un proyecto realizado ex profeso para la Sala alta del Palacio de los Condes de Gabia de Granada. La exposición se abre con una celosía que separa y comunica la sala del patio interior; que filtra la luz del sol creando juegos de luces y sombras que se modifican a lo largo del día; que oculta y revela. A través de su urdimbre las cosas aparecen y desaparecen en una miríada de vislumbres. Es una arquitectura de la mirada y el deseo. La celosía da paso a una serie de pinturas y objetos que comparten esa paradoja de una imagen inapresable. A primera vista las obras parecen monocromos, es decir, pinturas compuestas por un único campo de color, sin embargo, cuando el ojo las recorre comienzan a emerger, a partir de variaciones cromáticas y tonales mínimas, formas e imágenes cambiantes, espectrales que vuelven a desaparecer a medida que modificamos el punto de vista. Se trata de hacer experiencia tanto de los límites del decir como de la imposibilidad del ver.

Javier Garcerá utiliza la seda como soporte para sus trabajos, un tipo de tejido que se caracteriza por su alta capacidad de refracción. Sobre la seda el artista aplica, o bien pintura, elaborando los elementos que conforman la imagen mediante un proceso artesanal minucioso, o bien aguja, erosionando y rompiendo el tejido hilo a hilo. Las imágenes, que se hacen y deshacen ante nosotros, incluyen sugerencias al paisaje, escenas de jardín entreveradas con motivos ornamentales y elementos arquitectónicos. En algunos de estos trabajos aparece además, por primera vez en la obra de Javier Garcerá, la palabra pintada, ya sea formando un koan, una colección de libros o un verso. Se trata de una palabra que «no es como luz», que solo emerge para volver a sumergirse y que, al igual que el resto de las obras que componen esta exposición, nos emplaza a permanecer en ese instante imposible entre la pérdida y la revelación donde, atendiendo a las cosas y olvidándonos de nosotros mismos, se manifiesta «el ritmo abierto de lo existente».