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Espacio Marzana presenta 'Dibujos. retratos a través del espejo' EDUARDO SOURROUILLE

Espacio Marzana

Coincidiendo con el decimoctavo aniversario de ESPACIO MARZANA presentamos la exposición de EDUARDO SOURROUILLE

Del 8 al 15 de noviembre

Horarios: domingo 8 de 12:00 a 15:00, del lunes 9 al sábado 14, de 16:30 a 20:30, domingo 15 de 12:00 a 15:00 

 

Dibujo diariamente sin mirar el papel y miro a un espejo con forma de reloj. Hago autorretratos consciente del tiempo empleado a través del resultado que constato: dibujos y una reflexión metódica, desde finales de marzo hasta principios de julio de 2020. Esta propuesta me permite fijar lo que pasa al otro lado y también qué (me) sucede en este otro espacio.

El ejercicio se resiste a ser domesticado. El dibujo es una reacción directa y expresiva que se asienta en la necesidad técnica de desvelar lo que encuentro. Este proceso creativo carece de dominio técnico, trazos depurados o huellas sutiles y evocadoras. Aunque descubro una representación escondida y salvaje de mi producción artística, es un “descanso” del cuerpo y de la mente. Me encuentro alejado de la cámara.

Para un fotógrafo el dibujo ofrece diferentes maneras de agudizar la visión. Recojo la mirada hacia mí mismo frente al espejo. Dinamizo el análisis y la percepción en el proceso de reflexión profunda, pero casi irracional, al enfrentarme a ese ser que se parece tanto a mí y que solo aparece cuando le presto atención.

Busco y hallo con esta reproducción sísmica de las percepciones. No me importa el parecido sino las conexiones que encuentro entre los dos lados del espejo de reloj.

Un recuerdo se vuelve presente al ser revisado y el resultado de los dibujos es instante retenido, la noción del tiempo exterior se suspende al reconocer lo que aparece bajo la punta del rotulador. Es una evidencia del hecho de mirarme y saber el alcance de lo que no puedo ver. Incluso al repasar mis dibujos surge un extrañamiento cuando pienso en lo que observarán los otros. Representación y fantasía se presentan en los cálculos casi infantiles de expresar el mundo personal sobre un papel, a la vista de los demás. Ahora, junto al espejo me creo confinado conmigo mismo.

La libertad de no condicionar el resultado actúa como con el baile o el amor. El trazo del dibujo permite hacerte desaparecer. El cuerpo se abandona unos instantes a un estado de placer y vértigo mientras queda marcado un rastro testificante en el papel. Y esa es la prueba que confirma la existencia de aquel baile que casi no recuerdo.

Dibujo como un acto simbólico de reconocimiento de mí y del otro yo. La mirada habla a la mano, al brazo y al corazón con el objetivo de investigar el cuerpo de cáscara. Son rayas descabaladas que piensan un contorno y eluden la memoria, pues siempre atrapan el objeto de estudio que posa enfrente.

Bienvenida Señora Conciencia, adelante Señor Duda.