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Beth Moyses en la Galería Adora Calvo: Mujeres Veladas

Inauguración: 11 de noviembre de 2010

¿Cuál es el poder del arte?

Aracy Amaral

¿Cuál es la medida del poder del arte en el sentido de alterar la vida? ¿El arte puede cambiar la realidad? Son estas las cuestiones que a menudo nos formulamos en los embates de arte-vida o al considerar arte y política. Pero, aunque la respuesta no sea positiva, permanece la poética que extrapola lo real y es inherente a la creación artística. En realidad, todo gesto artístico, y, por consiguiente, toda creatividad expuesta, es un acto político. Ya sea de tendencia intimista, abstracta, conceptual, perfomática o figurativa, el acto de crear, de exponer un punto de vista a través de un trabajo visual, constituye una intervención en el orden en el que vivimos, y por tanto, un posicionamiento frente a la realidad.

Por otro lado, el arte siempre ha sido un fenómeno peculiar para la polis, dada su cualidad de manifestación, sobre todo a partir de mediados del siglo XIX cuando la articulación entre los ciudadanos y su forma de vivir se altera sensiblemente en las aglomeraciones urbanas cada vez más densas.

Estas consideraciones surgen de la observación del trabajo desarrollado en los últimos años por Beth Moysés. Esta artista no parte de conceptos abstractos ni meramente matemáticos. Su punto de partida es, específicamente, el ser humano. Y con él interactúa, tanto en la concepción de sus acciones como en sus perfomances o en los vídeos –autónomos en tanto creaciones- derivaciones directas de sus trabajos realizados en general in situ, en pleno medio urbano. El objeto de su atención es la mujer, en la formulación de cada trabajo. A ella se dirige, sobre ella concibe la acción: su condición, su dolor, la agresión de la que es objeto, sus aspiraciones. De esta manera, esta artista transita políticamente por el universo femenino, que también es su médium, y dialoga con él desde hace largos años. Antes de los años 2000 –en 1995- ya había presentado un fragmento de vestido de novia estirado, curvado en un bastidor. Por otra parte, el vestido de novia (¿cuál es la mujer que no ha deseado siempre ponérselo una vez?) ha sido siempre el emblema de su trabajo y la ha singularizado en el medio artístico.

El año 2000 fue señalado por su perfomance en el centro de Sao Paulo, ciudad en la que reside, cuando 150 mujeres desfilaron vestidas de novia por la Avenida Paulista, tradicional arteria de esta capital. Desde entonces, Beth Moysés ha desdoblado este trabajo en otros varios, en los que siempre ha movilizado a decenas de mujeres, siempre dispuestas a participar en sus acciones en vías públicas: Montevideo (Uruguay), Bogotá (Colombia), Shangai, Madrid y otras seis ciudades españolas al menos han asistido a sus propuestas en los últimos años. Siempre impresiona la disponibilidad de las participantes en sus proyectos, su compenetración en las actuaciones que se les solicitan- como si captaran la densidad del mensaje que comunican, a menudo emocionadas por el tenor del evento con el que se identifican. En paralelo a los desfiles urbanos, el círculo, la rueda, la unión en torno a un centro son disposiciones constantes programadas por Beth Moysés, como queriéndonos recordar un objetivo común que hermana a las participantes de cada evento, como rayos que se disparan de los bordes en dirección a la idea que las une. Puede ser un “mandala”, como un mosaico de mármol blanco, cuya placa es cargada por cada una de las sesenta mujeres en ese evento –frecuentemente en las periferias de las grandes ciudades brasileñas las mujeres suelen colaborar en el trabajo comunitario de construcción de sus casas- y colocado por ellas mismas delante del Monasterio de San Bento, en Sao Paulo. O al delinear sobre los guantes en su propia mano, las líneas esenciales de su vida (Cáceres, España), o al ejecutar trabajos de modelado con masa que se asemejaría a la sangre (Murcia, España).

La nostalgia y melancolía, algunas veces, y el dramatismo, en particular, es una constante en la atmósfera que se crea a partir de estas acciones poéticas cargadas de dolor, presentes en las obras de Beth Moysés. Este es el caso, sobre todo, de su acción en Zaragoza y Salamanca, España, en su perfomance “Diluidas en agua”. Aquella ocasión movilizó a 40 mujeres que se presentan, como sucede invariablemente en sus propuestas, vestidas de blanco (“el blanco para mí tiene el sentido de uniformizar la acción del grupo”, manifiesta la artista, que anhela, de esta manera, que el gesto o las actitudes de cada una de ellas sea el de la unión de todas). El reverso del vestido de veinte de estas mujeres que, en este caso residen en una casa de acogida debido a las agresiones que han sufrido, traen textos/palabras escritos en tinta roja por cada una de ellas – una llegó a redactar sobre el reverso, interioridad invisible secretada, una carta a su ex compañero maltratador-. Las participantes se despojan de estas ropas para lavarlas con un jabón blanco que deja sus cubos llenos de agua enrojecida (¿la sangre es dolor?), manchada por el lavado, antes de volver a ponerse sus ropas lavadas, que al final del evento se han vuelto rosadas.

De esta forma, siempre hay una alegoría, o una narrativa implícita en el guión de sus trabajos, que nunca es casual. La belleza plástica se halla presente en el cuidado con la producción de cada perfomance, así como en la excelencia de la filmación y edición de cada video, (como en “Y pasa”, donde nuevamente se enfatizan los colores blanco y rojo, que dominan sus trabajos).

En “Dripping”, perfomance-video en la que la artista y su hija participan como personajes, extrayendo – y ¿bordando?- perlas en un vestido de novia de una manera cuidadosa, como en una cirugía, tiene en su envolvente lentitud una atmósfera similar a la que percibimos en “Extrayendo espinos”, largos tallos de rosas de los que se remueven uno a uno los espinos, con una íntima y sutil sonoridad.

Al final, nos preguntamos al considerar el desarrollo de Beth Moysés, en cuya obra también percibimos una tácita complicidad con las mujeres-personajes que aceptan hermanarse con ella en sus eventos: ¿es tan doloroso el “ser mujer”?

En realidad, la mujer a través de las culturas, religiones y de los siglos aparece siempre como personaje secundario, sirviente y no agente. Aún hoy en día la práctica ignominiosa de la circuncisión femenina en la cultura islámica, la esclavitud forzosa en países de Oriente y Oriente Medio, en los que la mujer no tiene derecho de estudiar o escoger a su compañero, el tráfico doméstico o internacional de mujeres, la agresión o el abuso sexual en el mundo de nuestros días, en la sociedad o por personas de la misma familia – o en connivencia con ella- son claras demostraciones de que en todas las clases sociales se encuentra en vigor siempre impunemente la falta de respeto hacia la mujer ante sus derechos como ser humano y ciudadana con la misma dignidad que el hombre.

Prueba de todo ello es la perfomance “Removing pain” que la artista presenta ahora en Irlanda, y en la que aborda, de manera particular, las agresiones de las que es objeto el ser femenino, no a lo largo del tiempo, sino en pleno siglo XXI. Tras “apagar” simbólicamente las manchas de los maltratos físicos, se entierra el velo que hace desaparecer las marcas de su sufrimiento, y, en seguida, se siembra arroz en torno al círculo, lo que alude a la plantación de la semilla para una construcción futura, un gesto de optimismo y esperanza que nutre a la humanidad.

De esta manera, lejos de ser una licencia poética practicada por Beth Moysés, una fantasía de privaciones recurrentes, de lo que se trata es de un acto de movilización, que expone con claridad la situación de la mujer con la delicadeza que les es particular en su creativa praxis visual, llamando la atención para el “miedo” que estremece a quienes conviven en situaciones permanentes de riesgo en todos los países del mundo.

Sao Paulo, septiembre de 2010

Galería Adora Calvo

San Pablo,66 37008 Salamanca

Telf. 923 212784

www.adoracalvo.com